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martes, 6 de enero de 2015

Dziu y el Maiz



Cuando la vida apenas comenzaba en la tierra de los mayas, el pájaro dziú tenía plumas de varios colores, y sus ojos castaños hacían juego con su plumaje. 

En la primavera, construía su nido, empollaba sus hijuelos y los criaba, como es costumbre entre todas las aves. 

Así fue, hasta que -un día-, yuum chaac, el dios de las aguas, quien también lo es de la agricultura, observó que el fructífero suelo iba perdiendo su fertilidad. 

Yuum chaac, después de meditar, convocó a todos los pájaros, y les explicó que, como último recurso, sólo les quedaba quemar las milpas, con el objetivo de que las cenizas fertilizaran la tierra. La primera chispa la proporcionaría kak, el dios del fuego; pero antes, debían recoger las diferentes clases de semillas para la siembra del año venidero. 

A la mañana siguiente, dziú -siempre el primero ante el deber- llegó muy temprano al lugar designado. Trabajó muy diligentemente, reunió más semillas que ningún otro pájaro, y luego, con el permiso de yuum chaac, se retiró a descansar bajo la sombra de un arbusto. Tan pronto los otros pájaros notaron su ausencia, comenzaron a perder el entusiasmo. 

Entonces, yuum chaac, al darse cuenta de que el fuego iba avanzando rápidamente hacia el sembradío de maíz, y que los trabajadores no habían conseguido llegar a él, pidió auxilio. 

Dziú alcanzó a escuchar el último de sus tres llamados, y salió de manera precipitada del lugar donde reposa. Tenía ante sí un cuadro aterrador. Su elección estaba clara. Voló a la copa de un árbol, desde arriba estudió la situación, y -cerrando los ojos-, se arrojó sobre el fuego que lo consumía todo. 

Una vez reunidas las semillas suficientes para reponer las milpas destruidas, cayó al suelo exhausto, con los ojos inflamados, las plumas completamente quemadas y el cuerpo cubierto de ampollas. Inmediatamente, los pájaros corrieron hacia él para prodigarle sus cuidados. 

Se había salvado la semilla del maíz, tras una hazaña tal, que -como gesto de gratitud- los pájaros de la tierra del mayab, se ofrecieron para empollar y criar a todos los descendientes de dziú, el cuco. 

Y con el propósito de que los pájaros no olvidasen su promesa, yuum chaac decretó que los ojos de dziú se mantuvieran siempre enrojecidos, y que los extremos de sus alas tuvieran -en lo adelante- el color de las cenizas.

Fuente: Carlos Florentino Pool Yah

lunes, 5 de enero de 2015

La mestiza y la perra



Cuenta la leyenda que hace muchos años en un lugar cercano a la ciudad de Mérida Yucatán. Vivía una mestiza con un bebe y una perra 

La mujer como pobre que era no tenía agua así que todos los días se encaminaba a un lejano pozo con sus cantaros para llenarlos de agua.

Un día él bebe lloraba desesperadamente y la mujer tenía que ir al pozo por el agua...como no podía llevar al niño ni callarlo empezó a soltar maldiciones a su perra 

Le gritaba--Maldita perra! lo único que haces es estar echada si tan solo me ayudaras a dormir al niño! pero ni para eso sirves. 

La mestiza salió enojada de la casa... llegando al pozo... a lo lejos empezó a escuchar una hermosa voz cuando regresaba a su casa pudo notar que de ahí provenía la voz angelical 

Al llegar cual fue su sorpresa al ver que era la perra cantando y meciendo al bebe en la hamaca arrullándolo para que no llorara la mestiza del susto tiró los cantaros de agua y extrañamente cayeron los demás que tenía reunidos inundándose así el lugar y ahora es como un ojo de agua muchos han querido investigar pero los que se han metido han muerto ahogados solo una persona jura que al meterse vio a la mujer al niño y a la perra en el fondo del agua y milagrosamente logro salir de ahí.